sábado, 17 de julio de 2010

La primera crítica

El último eclipse

Luis Rueda | EXISTE UNA TRADICIÓN LITERARIA ejemplificada en autores como Sax Rohmer, Maurice Leblanc o Arthur Conan Doyle que a menudo es denostada por ciertos 'guardianes de las esencias' y que a los que nos gusta relajar la moral intelectual nos interesa sobremanera. Me refiero a la línea literaria que traza el Pulp y sus derivados, tanto en la parcela del thriller, el itinerario aventuresco, como en los celebrados pasajes detectivescos, en parte, totemizados por el gran personaje que es Sherlock Holmes.
Cito estas fuentes porque considero El último eclipse, la novela del periodista, guionista, escritor y crítico de cine Alexander Zárate una buena muestra de esa tradición, una inteligente y pormenorizada puesta al día del género de géneros: la Fantasía.

Para ello, Zárate, nos sitúa en el Madrid de 1898 con la intención de trazar una mítica topografía, a la manera de Londres o París, y convirtiendo el callejero de la capital de España en un laberinto de espejos que puede ocultar un gran secreto o proporcionarnos la sospecha de una gran conspiración. En una ciudad que relame las heridas de un colonialismo decadente, una urbe tan decimonónica o más que que el Londres victoriano, Óscar y Hiara protagonizan una fantástica aventura relacionada con un culto a una reliquia Maya y la existencia de un demonio mitológico mitad jaguar, mitad alacrán: Balanzinam. Zárate nos adentra en el territorio del exotismo colonial, a la manera, reitero, de los episodios y la literatura generada en Londres a partir de los descubrimientos llegados de Egipto (concretamente la momia de Tutankamon y su famosa maldición), intrigas y presencias indeseables . El Museo Arqueológico de Madrid es el epicentro de este relato, un lugar fantástico y enigmático que será escenario de asesinatos, y lo hace a través de la mirada de un joven de especial sensibilidad que ejemplifica de manera brillante el nuevo siglo venidero y su condición de ciudadano universal. Óscar representa la mirada de los naturalistas que viajan al Ártico, las distopías de Wells, la magia de Houdini y el sueño de Méliès. Él concentra el conocimiento intuitivo, bien reflejado en ese despertar iniciático y platónico, que rechaza la regia educación militar y los poderes fácticos de un Madrid tumefacto. Pero ese Óscar (me temo, alter-ego del autor) es también la mirada desencantada del joven Sherlock Holmes del filme El Secreto de la Pirámide (1985), casi una figura minimizada por la soledad de una gran avenida a su vez cubierta por un manto de nieve. El protagonista de El último eclipse es boceto imprescindible de la melancolía atrapada en el cuerpo de un adolescente. El raciocinio, la intuición y la pasión se desmenuzan a través de la prosa sugerente y bien destilada de barroquismos de Zárate para poner en solfa una mentalidad conservadora que podría tener vasos comunicantes con cierto liberalismo de salón. Pero, lecturas paralelas al margen lo más grato que cabe decir de una obra como El último eclipse es que se trata esencialmente de una novela entretenida y magníficamente construida para deleite de rastreadores de aventuras, espeleólogos de la ensoñación y gregarios de museo.

Para adquirir un ejemplar: entrelineas@eraseunavez.org

http://www.judexfanzine.net/v3/libros.php?id=1484

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