martes, 27 de julio de 2010

Extrañas explosiones en el cielo de Madrid en 1896

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Una de las diversas incógnitas o misterios que tiene lugar en 'El último eclipse' son unas extrañas explosiones en el cielo, que nadie logra explicar su razón, y que son objeto de diversas especulaciones. Empezando con Oscar, el jovén protagonista, lector de HG Wells, en cuyo pasado una de esas explosiones marcó su vida...

Durante los anos 1894, 1895 y 1896, extrañas explosiones se sucedieron en los cielos de Bélgica y Gran Bretaña, sin que nadie supiera explicar el hecho de una forma lógica. De entre todos aquellos sucesos, cabría destacar el pánico que vivieron los ciudadanos londinenses cuando, a mediodía del 15 de Noviembre de 1895, una serie de violentas explosiones en el cielo paralizaron toda la actividad de la metrópolis. Centenares de personas abandonaron sus puestos de trabajo para intentar localizar el punto de inicio del ruido. La propia policía estuvo varios días intentando dar una explicación racional al fenómeno, sin lograrlo. Un año después, un fenómeno casi idéntico, pero de mayor intensidad, se produjo sobre Madrid. El 10 de Febrero de 1896, una tremenda explosión sacudió la ciudad, rompiendo estruendosamente miles de cristales de ventanas, puertas y escaparates. Un muro del edificio ocupado por la embajada norteamericana se vino abajo, y los madrileños, en su precipitada huida, llegaron a provocar desagradables incidentes que arrojaron un saldo de varias decenas de heridos. Durante cinco horas y media una extraña nube luminosa flotó sobre Madrid, mientras de ella se desprendían algunas piedras.

Poco podían imaginarse los madrileños que, meses después de tan inexplicable explosión, los cielos de Canadá y Estados Unidos se verían literalmente invadidos de extrañas aeronaves que se saltaban todas las leyes y avances humanos en aviación hasta el momento.
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Mientras todo el mundo admitía como lógica la presencia de globos en sus cielos, estas aeronaves se presentaban como ingenios mecánicos, propulsados por algún tipo de energía que inicialmente se desconocía. Sus grandes velocidades, y después su extraño comportamiento, llevó a muchos a recelar de los testigos de tales hechos. Entre Marzo de 1896 y Mayo de 1897, este tipo de presencias conmociona a la prensa norteamericana. Más de tres mil recortes de periódico, de más de tres docenas de rotativos distintos, conforman un voluminoso dossier que presenta evidencias para lo increíble.

La importancia sociológica de este tipo de acontecimientos es considerable. Dejando a un lado el interés que pudo tener este tipo de avistamientos para los periódicos locales y nacionales, y olvidándonos del interés y la expectación provocados por estas visiones, lo cierto es que novelistas como H. G. Wells tuvieron en estos acontecimientos su fuente de inspiración. Wells publicó en 1897 “La Guerra de los Mundos”, que narra la invasión de los marcianos a nuestro planeta.

Mucho más interesante, no obstante, es ver cómo Verne, desde Francia, se anticipó con alguna de sus obras a esta oleada. En 1886, Julio Verne publicará su novela “Robur, el Conquistador”, en la que un ambicioso personaje pretendería hacerse con el control del planeta utilizando curiosas naves aéreas con hélices, anclas en forma cilíndrica, semejantes en todo a las naves que sólo diez años después se presentarían en los cielos norteamericanos. Hasta tal punto esta obra es de anticipación que en los grabados de la edición francesa del libro se ve el diseño de la Albatros, idéntica a algunos bocetos publicados por periódicos norteamericanos después.

Javier Sierra

El día de la feria del libro

El bautizo de 'El último eclipse'. Las primeras ventas y firmas dedicadas, como a María en la foto, una de las primeras compradoras de la novela, a la que agradezco su apoyo, como a todas y todos aquellos que se han interesado por mi novela. Un momento inolvidable ya en mi vida. Los eclipses quedan atrás.

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miércoles, 21 de julio de 2010

Cine y propaganda 1898: Batallas navales en una bañera

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La mayoría de los historiadores de cine consideran que el primer ejemplo de cine bélico es la película “The bring down. The spanish flag”, en 1898. Es obra de dos pioneros del cine americano, J. Stuart Blackton y Albert E. Smith. Blackton era un inmigrante inglés que trabajaba como reportero y dibujante en The New York World de Joseph Pulitzer. Fue enviado por el periódico a entrevistar a Edison en su laboratorio y al terminar había decidido abandonar su trabajo en el periódico, comprar una cámara a Edison y con su amigo Smith lanzarse al mundo del cine. Poco después de la declaración de guerra de Estados Unidos a España, en abril de 1898, Blackton y Smith rodaron una brevísima película que consistía en unas manos, probablemente las de Blackton, que arriaban una bandera española y que izaban después en el mismo mástil las barras y estrellas norteamericanas. Tuvo un gran éxito y llevó a Blackton y a Smith a rodar otras películas sobre la guerra. A ellos se atribuye la recreación de la batalla de la bahía de Santiago de Cuba, la gesta de Cervera, en una bañera con barcos de juguete, mientras que la mujer de Blackton hacía más realistas los efectos con el humo de un cigarrillo. Muy probablemente el público que asistió a la proyección de “The bank of Santiago Bay” creyó que lo que estaba viendo eran imágenes reales, tanto como para que el gobierno español mandara comprar una copia, con el fin de estudiar los posibles errores cometidos por su almirante, y conservarla como documento histórico.
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Thomas Edison y George Eastman

Parece ser que no fue ésta la única simulación para el cine de esta batalla. Dos autores cubanos se refieren a otra filmación simulada del mismo hecho realizada en Chicago y debida a Edward U. Amet cuyo título no conocemos. El historiador español Román Gubern, sin indicar la procedencia de su información, se refiere a ella: «Apenas se habían iniciado las operaciones militares y ya circulaban por América centenares de copias de documentales amañados en los estudios sobre la guerra hispano-yanqui. Entre los más famosos figuró el rodado en Chicago por Edward H. Amet, reproduciendo, con ayuda de maquetas en un estanque, la batalla naval del 3 de julio, en la bahía de Santiago, en la que la flota del almirante Cervera llevó la peor parte. Amet salvó con mucha naturalidad el escollo que representaba que el combate se hubiese desarrollado durante la noche, alegando con mucha seriedad que se había servido de una película «supersensible a la luz lunar» y de un teleobjetivo capaz de impresionar imágenes a diez kilómetros de distancia. La gente se tragó el anzuelo y se dice que el gobierno español llegó a adquirir, para sus archivos, una copia de tan «importante documento gráfico».
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Lo cierto es que se consideraba “natural” reconstruir hechos que no habían llegado a ser filmados, incluso con actores o figurantes, para ser presentados como si hubieran sido filmados en la realidad. Si bien la guerra de Cuba significó la creación y el éxito del periodismo amarillo norteamericano, en Europa la situación no era diferente y Georges Méliès presentó doce años más tarde “La coronación de Jorge V” en la Abadía de Westminster como si se tratara de un documental filmado en la verdadera ceremonia. Desde entonces y cada vez más fácilmente, los objetivos de las cámaras, a pesar de llevar un nombre tan fiable, son los mejores aliados del cine que quiere mentir.

martes, 20 de julio de 2010

La influencia de Sherlock Holmes

Oscar, el protagonista de 'El último eclipse', tiene como otro de sus referentes de ensueño además de como modelo a Sherlock Holmes. Aspira a tener su agudeza y discernimiento, e incluso ve en su alter ego esas cualidades pero con la siniestra mirada del acérrimo enemigo, Moriarty. Y en ocasiones hasta se siente más cerca de Watson que de Sherlock (en especial con quien ha cautivado su mente y corazón).
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Sherlock Holmes hizo su primera aparición en 1887 con Estudio en Escarlata, donde Holmes y el doctor Watson se conocen, siendo este ultimo un médico militar retirado que se convertira en el gran amigo y cronista del detective consultor.Sherlock Holmes esta inspirado en uno de los profesores cuyas clases asistió Conan Doyle en sus años de estudiante de medicina, el doctor Joseph Bell, hombre con unas facultades de observacion y dedución mucho más allá de lo corriente. En su consultorio despachaba a los pacientes con un ojo clinico que hacia a las delicias de sus alumnos. "El problema de usted es la bebida. Veo en su chaqueta el bulto de una petaca de licor", eran algunas de sus observaciones causales.
El exito de público de S. Holmes movió a Dolye a escribir los dos primeros de los relatos agrupados bajo el titulo de "Aventuras" y enviarlos al Strand Magazine, donde fueron bien recibidos, El Strand pidio que continuara el suministro, pues la venda estaba asegurada. La serie Aventuras consta de doce titulos y se dice que antes de llegar al último Doyle ya había concebido la idea de matar a S. Holmes para poder dedicar-se a escrbir otras cosas. Al enterar-se su madre, le escribio una carta donde se puede leer " Te guardarás mucho de causar el menor daño a una persona tan simpática y agradable como el señor Holmes". Doyle no tuvo mas remedio que amoldarse a la presión de sus editores y de un publico cada vez más numeroso, y en 1894 se publicaron las doce narraciones que constituyen las "Memorias" pero al llegar a la última, Doyle hizo que se cumpliera sus negros designios. Señalado con dedo acusador por un público hostil que no le perdonaba, Dolye se sintió acosado y finalmente intento reparar su error en 1905 con "El retorno de Shelock Holmes"

Ilustraciones de Sherlock Holmes

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La conocida frase 'Elemental, mi querido Watson' nunca fue dicha en las novelas o relatos de Doyle, y debe su fama al cine; concretamente fue pronunciada por primera vez en la última escena del primer filme de Holmes de la era sonora, The Return of Sherlock Holmes (1929), protagonizado por Clive Brook.
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Otro elemento característico y tampoco originario de las obras de Doyle es la gorra de cazador (deerstalker hat). La confusión surgió en el relato “El misterio del valle de Boscombe”, donde Holmes usa una gorra de paño. El ilustrador del relato, Sidney Paget, lo confundió con una gorra de cazador a la hora de ilustrarla, atribuyéndole esa nueva imagen al mito.
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La pipa meerschaum (espuma de mar) característica del icono de Sherlock Holmes tampoco pertenece al mundo creado por Doyle, pues casi no existió durante el siglo XIX. La primera vez que se usó fue en una dramatización para el teatro en 1899 por William Gillette.
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-¿Existe algo más sobre lo que quisiera llamar mi atención, señor Holmes?

- Sí, el curioso incidente del perro aquella noche.

- El perro no hizo nada aquella noche.

- Ése es precisamente el curioso incidente.

El lector se enteraría al final de este relato, 'The silver blaze', que Holmes se refería a que, si el perro no ladró, ni tampoco hizo nada aquella noche, fue porque conocía al criminal.